China refuerza su presencia económica en América Latina y tensa su relación con EE. UU.

Automotriz28/12/2025Industrial InsiderIndustrial Insider
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La creciente presencia económica de China en América Latina ha consolidado al gigante asiático como un socio clave para países como Brasil, Argentina, Perú y Chile, al tiempo que ha generado nuevas fricciones geopolíticas con Estados Unidos, que observa con preocupación el avance de Pekín en su tradicional zona de influencia.

Entre los proyectos más emblemáticos destaca el puerto de Chancay, en Perú, inaugurado en 2024 como un punto de conexión directa entre Sudamérica y China. Esta infraestructura, considerada estratégica para el comercio transpacifico, se suma a fábricas de vehículos eléctricos en México y Brasil, explotaciones mineras en Chile y el triángulo del litio (Argentina, Bolivia y Chile), y proyectos ferroviarios y de energía en países como Argentina y Colombia.

Según datos del Ministerio de Comercio de China, la inversión directa en la región alcanzó en 2024 los 14,710 millones de dólares, una cifra que refleja un interés sostenido, aunque moderado tras el freno impuesto por la pandemia. Estudios de la UNAM revelan que entre 2010 y 2019 el capital chino en América Latina creció casi siete veces más que en la década anterior, lo que da cuenta del peso creciente del país asiático en el hemisferio.

Ya en 2011, Jin Liqun, entonces presidente del fondo soberano China Investment Corporation, adelantaba con claridad el enfoque estratégico hacia la región: incrementar la inversión en sectores clave como minería, energía e infraestructura, principalmente en países con estabilidad económica como Brasil, Chile o Colombia.

Lo que comenzó como una búsqueda de oportunidades comerciales y expansión internacional, ahora es visto desde Washington como una amenaza de tipo estratégico. Para William Jackson, economista jefe de la consultora británica Capital Economics, América Latina podría convertirse en el terreno para una reedición de la ‘doctrina Monroe’, esta vez protagonizada por China, que estaría desplazando influencia occidental con mecanismos económicos y financieros.

En diciembre, Pekín publicó una nueva hoja de ruta para América Latina y el Caribe, sustituta del plan de 2016, en la que enfatiza las “amplias perspectivas de desarrollo conjunto” con los países de la región. Entre los sectores prioritarios se encuentran la inteligencia artificial, telecomunicaciones, minería, energías limpias, hidrógeno verde y procesamiento de minerales, con especial interés en la infraestructura urbana y el transporte, bajo el paraguas de su iniciativa de la Franja y la Ruta (también conocida como las Nuevas Rutas de la Seda), a la que ya se han sumado más de 20 países latinoamericanos.

El plan también contempla medidas diplomáticas y de cooperación cultural, como la exención de visado para ciudadanos de Argentina, Perú o Chile, y un mayor uso de monedas locales en el comercio bilateral, así como un estrechamiento del diálogo financiero con bancos centrales y organismos reguladores. En este punto, Argentina se ha convertido en un caso emblemático, tras renovar en 2025 un acuerdo de swap de divisas con China por 5,000 millones de dólares, como parte de un mecanismo de respaldo monetario por un total de 18,570 millones de dólares.

En paralelo, China busca diversificar sus mercados de exportación ante la persistente guerra arancelaria con Estados Unidos. Mientras las ventas chinas a EE. UU. cayeron un 18 % hasta noviembre, las exportaciones a América Latina aumentaron casi un 8 %, alcanzando los 276,000 millones de dólares, lo que representa un volumen equivalente al 70 % de lo que compra Estados Unidos desde China.

El comercio bilateral ha crecido exponencialmente: en dos décadas, las exportaciones chinas a la región se han multiplicado por once, con un fuerte componente de manufacturas y, más recientemente, vehículos eléctricos. A su vez, las importaciones latinoamericanas hacia China han crecido 14 veces, dominadas por minerales, soja, petróleo y hierro, con Brasil, Chile y Perú como los países con mayor exposición exportadora, todos con más del 25 % de sus ventas externas dirigidas a China.

Sin embargo, el informe de Capital Economics advierte contra una visión sobredimensionada del papel chino: América Latina exporta tres veces más a Estados Unidos que a China, una brecha que se mantiene incluso excluyendo a México, principal socio comercial de EE. UU. La conclusión de Jackson es tajante: “China no ejerce la hegemonía que a menudo se le atribuye en la región. En particular, México y Centroamérica seguirán respondiendo a la presión de Estados Unidos para limitar el avance de Pekín”.

Con este telón de fondo, la disputa por la influencia económica en América Latina no solo refleja la creciente polarización del escenario global, sino también la lucha de las potencias por captar alianzas estratégicas en sectores clave como energía, tecnología, infraestructura y finanzas. Para los países de la región, la oportunidad está en equilibrar estas fuerzas sin comprometer su autonomía ni profundizar dependencias asimétricas, un reto que será decisivo en los próximos años.

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