Inversión china en México se dispara pese a aranceles y tensiones comerciales globales

Nacional04/09/2025Industrial InsiderIndustrial Insider
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En un contexto geopolítico marcado por la guerra arancelaria impulsada por Donald Trump y crecientes fricciones comerciales entre las grandes potencias, México se ha convertido en un destino clave para la inversión china, según reveló Jesús Seade Kuri, embajador mexicano en la República Popular China y figura central en la renegociación del T-MEC.

Desde su sede en Beijing, Seade confirmó que una “gran cantidad” de empresas chinas están interesadas en establecer operaciones en México, impulsadas tanto por los cambios en la arquitectura comercial global como por la posición estratégica del país dentro de América del Norte. “Nos consultan inversionistas todos los días. Hay un interés firme, y eso es positivo no solo para México, sino para toda la región”, declaró en entrevista con Forbes México.

La nueva ola de inversión china
Datos de la Secretaría de Economía confirman que la inversión de origen chino se quintuplicó durante los primeros nueve meses del gobierno de Claudia Sheinbaum, en comparación con el mismo periodo del sexenio anterior. Entre octubre de 2024 y junio de 2025, las empresas chinas inyectaron 949 millones de dólares al país, frente a los 178 millones registrados entre enero y julio de 2019, durante los inicios de la llamada Cuarta Transformación.

Este auge ocurre a pesar del endurecimiento fiscal hacia China. El pasado 15 de agosto de 2025, México comenzó a aplicar un impuesto del 33.5% sobre las importaciones de países con los que no mantiene tratados comerciales, lo que incluye a China. La medida afecta directamente a plataformas de comercio electrónico como Temu, Shein y AliExpress, y se suma a los aranceles temporales de entre 5% y 50% impuestos desde 2024 sobre 544 fracciones arancelarias, en un intento por frenar prácticas de competencia desleal, particularmente en los sectores textil y de calzado.

¿Por qué sigue fluyendo capital chino?
Fuentes cercanas al cuerpo diplomático mexicano sostienen que la razón principal detrás del renovado interés es la búsqueda estratégica de las empresas chinas por sortear los obstáculos arancelarios impuestos por EE.UU., especialmente en el contexto de un segundo mandato de Trump. Al instalarse en México, las firmas chinas pueden acceder a los beneficios del T-MEC, evitando así aranceles punitivos al exportar a Norteamérica.

Este fenómeno es visto como una “segunda ola” del nearshoring, donde la inversión extranjera directa no solo proviene de socios tradicionales, sino de actores extrarregionales con motivaciones geopolíticas. “México se posiciona como una plataforma ideal para manufactura, ensamblaje y distribución regional, incluso para empresas que enfrentan restricciones en sus países de origen”, explica una fuente con conocimiento de las negociaciones bilaterales.

Un interés que persiste pese a la presión política
El creciente flujo de inversión china también coincide con la “Operación Limpieza”, una estrategia impulsada desde el gobierno mexicano para frenar el contrabando y la subvaluación de productos procedentes de Asia, particularmente en sectores sensibles para la industria nacional. A la par, México ha sido activo ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), participando como tercero interesado en 12 controversias relacionadas con prácticas antidumping y compensatorias.

Este entorno de tensión regulatoria no ha disuadido del todo a los inversionistas. Para muchos, la oportunidad de acceso preferencial al mercado estadounidense pesa más que los desafíos fiscales o aduanales.

Un déficit comercial insostenible
A pesar del flujo de capital, el déficit comercial de México frente a China sigue siendo estructuralmente elevado. Según cifras regionales, entre 2020 y 2023 México registró un déficit promedio anual de 92,646 millones de dólares, el más alto de toda América Latina. En contraste, países como Brasil, Chile y Perú mantienen superávits constantes gracias a sus exportaciones de materias primas.

Este desbalance evidencia la compleja relación entre apertura comercial e impacto estructural en la industria nacional. Si bien la llegada de inversión extranjera puede dinamizar regiones específicas y generar empleos, el desafío sigue siendo el mismo: transformar ese capital en integración productiva real, con transferencia tecnológica y cadenas de valor locales.

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